sábado, 9 de agosto de 2014

017~ Verano. Tercera parte. Con Tui en Tenerife.

Uno de los momentos más esperados para mí fue  la visita de mi amiga a la isla, aunque tan solo durase una corta semana. Y a pesar de mis numerosos intentos por convencer a mis padres para que se quedase en casa, estos resultaron ser vanos frente a la terquedad de ellos. Sin embargo, no quería permitir que eso me amargase. Habiendo escrito una lista a las y tantas de la madrugada con anterioridad numerando planes, teníamos algo para guiarnos.

-El día de su llegada no podía evitar contener mi nerviosismo, mas fue en vano, ya que el vuelo llegaría en la noche, y tras haber salido de la convención de anime, comprando una postal del anime K-on allí y escribiendo algo para entregarle, no me permitieron ir al aeropuerto. Me desanimé un poco, pues esto me hizo pensar que las cosas no saldrían como esperaba, y que me decepcionaría al tener unas expectativas altas. Pero la mañana siguiente me desperté y preparé, llevando el cosplay de Shion por última vez junto a mi hermana con un rápido cosplay de Inukashi improvisado la noche pasada. 
Fuimos a buscar a Nezumi, a ella, quien trajo unas pequeñas ratitas de peluche blanca y grisácea que estuvimos manoseando durante la mayor parte del evento. En ese encuentro, el segundo después del concierto de the GazettE, seguía presente el miedo de meter la pata o dudar sobre cómo comportarme. Pero traté de mentalizarme y mantener una actitud optimista.



Llegamos al recinto, entrando y arrimándonos a las escaleras para cortar y desgarrar su pantalón como el del personaje al que interpretaba con una tijera escolar. No quedó mal. Entonces, dimos la primera vuelta, a la que le siguieron muchas más. Nos sentamos en el karaoke para escuchar a la gente. Más tarde tomamos asiento para el concurso de cosplay que se retrasaría casi dos horas y presentaría problemas técnicos (destaco una actuación del Señor de los Anillos con un Gandalf, Sam, Frodo y Orco muy realistas). En la espera nos dedicamos a garabatear un bloc de dibujo.


La noté cohibida e insegura, ya que no se sentía bien con esa ropa aunque se viese bien, porque siendo “bobita”, siempre se insulta a sí misma. Yo no sabía qué hacer para enfundarle confianza cuando comentaba por lo bajo lo supuestamente terrible que era, y esto me entristeció. Por otro lado, lograr hacer un cosplay en grupo me ilusionó bastante.  Así que fue una experiencia extraña. Luego nos despedimos, y me entregó un papelito con el cómic sobre un pancake, una berenjena dibujada en un parche de tela y unos caramelos japoneses de manzana. Yo le entregué mi postal cutre. Un abrazo, y volví a casa.


El día siguiente tenía clases de japonés y guitarra, creo recordar, y además el semanal compromiso familiar de almorzar en casa de mis abuelos, desgraciadamente. Pero nos volvimos a ver el martes, paseando por las calles de aspecto antiguo de La Laguna, entrando a una tienda de ropa, de mascotas y el supermercado, donde decíamos bobadas sobre cualquier alimento, riendo como nunca lo había hecho en uno. 
Me alegré bastante al notarla más animada y habladora, comprendiéndonos en nuestra rara pero reconfortante manera de comentar tonterías; un calorcito absorbente revoloteaba en mi pecho. Parecíamos los típicos personajes irracionales de un anime de comedia o recuentos de la vida. Porque finalmente podía experimentar la sensación de tener a una amiga cerca.

Habiendo comprado los ingredientes necesarios para intentar hacer dorayakis, fuimos a casa (consiguiendo convencer a mi madre para dejar a alguien ir a casa) en autobús. En la estación, entrando a ella por donde entran los vehículos y está prohibido para peatones, un hombre me preguntó sobre lo que tenía en el ojo (lentillas), y otro dijo algo sobre un pastel al observar la levadura que llevaba en la mochila. Absolutamente todo era completamente random.

Mi perro nos recibió con babas, saltitos y lametones que nos provocaron un ataque de risa.

Nos pusimos manos a la obra, partiendo los huevos satisfactoriamente, echando cucharadas de agua en la mezcla de aspecto dudoso; azúcar, miel, levadura y harina. Fue realmente entretenido, pues incluso mi hermana se unió sonriente a nuestro experimento. Dejándolo reposar, conectamos los instrumentos musicales:  el bajo y la guitarra,  y los altavoces. Tocamos mirando tablaturas de canciones de My Chemical Romance. A pesar de no producir un sonido perfecto, la unión de los graves con los agudos y aquella fusión musical emitida a través de los amplificadores, hirvió mi corazón. La primera práctica del grupo. Olvidé cualquier otra cosa exterior a nuestro pequeño espacio estrellado y mágico creado por los sueños anhelados.

Cocinamos pancakes deformes en el sartén, mejorando poco a poco en el proceso; quemadas, trituradas, gruesas y algunas, para mi grata sorpresa algo decentes. Esto supuso otra sesión de carcajadas. Construimos una gran montañita torcida que se desmoronó ocasionalmente.
Las rellenamos de pasta de judías rojas, nutella y crema de cacahuete.
Dividimos tres y comimos asombradas por el grato sabor, viendo un capítulo del dorama Ouran Host Club, y parte de Go go g-boys, Boys Love 2, hasta que muy a mi pesar, tuvo que marcharse.








Nos vimos en la mañana siguiente, adormiladas y con ensaladas preparadas por mi madre para nuestra aventura en el Loro Parque. Allí andamos entre turistas, vimos espectáculos de animales, medusas invertidas y otras brillantes, monos, loros dementes y pingüinos trastornados que nadaban chocando contra el cristal…
 




Nos bañaron masas de agua helada producto de las ondas intencionadas de la cola de las orcas. Esperamos para conseguir una mesa para comer que robaron otras personas desvergonzadas, y finalmente nos subimos a un trencito amarillo que llevaba al Puerto, pero agotadas, caminamos poco y regresamos a mi hogar, donde cenamos tortilla francesa, y “fagirleamos” con los nuevos capítulos de Free!  y Love Stage, destornillándonos ante la escena del “elefante rosa” de Izumi. Otro imborrable recuerdo se sumo a mi “película vital”.


Jueves. Esa odiada y temida pesadilla había llegado; el examen avanzado de inglés, sobre el cual ya hablé. Y tras acabarlo, aún traumatizada y exhausta, almorcé y en la tarde invité a Tui a venir. 

Tocamos un poco más, terminamos la película, vimos Tokyo Ghoul, tratamos de hacer la croqueta en el salón, pero Key, mi mascota, nos mordía y perseguía, fracasando en el cómico intento. Y a oscuras, con frío y leve viento, sacamos al emocionado y valiente perro de orejas descomunales por los alrededores, acobardadas aunque divertidas por el camino tenebroso de tierra, rodeado de árboles. Fue gracioso.
Pero tuvo que irse de nuevo.


Viernes. Antes del próximo mediodía, tomamos el tranvía y llegamos a la capital, Santa Cruz, algo perdidas, compramos snacks chinos llamativos. Con la suerte de encontrar ofertas en la tienda de accesorios Clairie´s, y yo haciendo trampas sumado a la indecisión al elegir, conseguimos dos sombreritos, pulseras “gay” de amistad, una para obsequiar a mi madre, muñequeras y pendientes de sushi. Además, en otro local  ella se agujereó una oreja, pero la mía, desconsolada, todavía dolía demasiado. Compró camisetas de MCR, y me regalo una igual a la suya, acto que me enterneció de sobremanera. Las llevamos puestas, y llenas de complementos, alegres con nuestras adquisiciones recientes, dimos una vuelta por el centro comercial antes de ir a casa en bus, almorzar, sacarnos fotografías y marcharse, ya que esa tarde yo tenía clases.


La despedida se acercaba. En el aeropuerto, conmovida y con un nudo en la garganta, traté de mantenerme inalterable. Tui lloró, yo lo aguanté. Porque seguiríamos hablando a todas horas como hasta entonces. Sin embargo, sabía que me esperaría la soledad, al menos física. 
Me entregó unas cartas preciosas que leería después, y con un abrazo, agachándome por culpa de mis plataformas, nos dijimos adiós. Pasó la maquinita detectora, preparada para embarcar. Sacudiendo las manos como última señal, se alejó y desapareció de mi campo de visión. Debía volver.



Siempre, siempre conservaré estos recuerdos irrelevantes para muchos, pero significativos para mí.
Espero volver a reencontrarnos pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario