La Summer-Con es una convención de anime anual que se
celebra cada julio, prácticamente la única existente en la isla en la que vivo.
Por lo tanto, espero su llegada con ansias cada año. En esta ocasión, mis
exceptivas e ilusiones eran mayores, pues no iría sola, sino que algunos
compañeros del instituto también asistirían. Además, después de años
fantaseando con hacer un cosplay decente, las ganas reprimidas dieron fruto a
mi transformación en Shion (No.6). Por lo que, en resumen, mi motivación era
elevada.
Sin duda, el primer día fue uno de los que más disfruté, ya
que apenas al situarme en la cola existente desde muy temprano para comprar las
entradas, recibí miradas y algún reconocimiento. Lo que me sorprendió fue que
un chico bastante bonito de rasgos femeninos y actitud alegre a quien yo había
mirado otros años viniese y se arrodillase, alabando a mi personaje. Me abrazó,
y esto se repitió los días siguientes. Desgraciadamente mi timidez solo me permitió
sonreír, embobada y sonrojada. Me emocioné.
Al poner un pie dentro del lugar, muchas personas pidieron
sacarse fotografías junto a mí. Aquella proposición resultaba extraña y
halagadora. Me sentí especial, incluso aquella vez en la que vestí ropa visual
kei. Aunque siempre posaba de la misma manera como novata poco fotogénica que
soy. Así que sin demora, divisé cosplayers que me gustaran y pedí más fotografías.
Tengo una con un famoso Youtuber, Loulogio, y otra con un supuesto Jesús(?)
De ese modo, conocí a
personitas geniales, como las chicas que iban de Grell y Levi. Junto a mi
hermana. Y perdiendo de vista a mis compañeros de clase, continué paseando por
el lugar con la autoestima milagrosamente alta, al igual que la adrenalina y la
temperatura, mas yo vistiendo una camisa de botones, un abrigo y una chaqueta,
soporté el sol veraniego. Y como si el
cosplay tuviese poderes mágicos que concediesen seguridad en tu persona, acepté
cantar el opening de Junjou Romantica junto a otras fujoshis (incluso tengo un
vídeo de esto). Aprecio la amabilidad de las personas que van a ese sitio y
facilidad que hay en relacionarse con ellas, pues hasta una problemática en la
interacción humana puede hablar, reír y bromear naturalmente como si esos
completos extraños de gustos comunes se tratasen de cercanos conocidos de toda la vida. Me abrí a ellos con
tanta sencillez que me asusté al asimilar estar sobre un escenario, gritando
con una sonrisa abierta en el rostro rodeada de personas con un público
relativamente grande. Para mí supuso una superación personal a gran escala. Fue
tan divertido que deseé que aquello ocurriese siempre.
Dentro de esa burbujita ideal, en mi mundo imaginario poco duradero, continué socializando, a veces torpemente, como en el caso del cara a cara con seguidores de Twitter, al no poder reconocerlo y recibir un comentario de “esperaba algo más adorable”, seguido de una disculpa por mi parte. Porque al fin y al cabo sigo siendo antisocial. Quería caer bien, y pensaba en temas interesantes, hasta que me di cuenta de que actuar como me sugiriese mi ser era definitivamente lo mejor. También entablé conversaciones con Meru, quien estudia en la universidad de arte vecina a mi escuela, y sus simpáticos amigos. Además me reencontré algunos antiguos compañeros del colegio, quienes quedaron impactados por mi cambio, aportando más confianza en mí misma.
Hubieron diminutos problemas; el binder o cubre-pecho,
innecesario en mí, atentaba con bajarse constantemente, y a pesar de colocarle
tiras, estas se descosían; comíamos botes de ramen comprados en la tienda de
alimentación China, y pedía que los llenasen de agua hirviendo, dejando atrás
la vergüenza. En una ocasión, el liquido hirviendo me cayó encima mientras
sujetaba en envase con torpeza. Por otro lado, llevar las lentillas demasiadas
horas secaban ligeramente mis ojos. El examen de inglés oral supuso la pérdida
de una mañana en ese sitio. Pero la peor parte fue sin duda enfermar de gripe,
incapaz de dormir en las noches a causa de la incomodidad nasal.
Afortunadamente, el malestar desaparecía en el tiempo que pasaba en el recinto.
Compré estampas y chapas, hasta el punto de triplicar el
peso de mi preciada mochila y cubrir mi guitarra de pegatinas exageradamente
random. Fui feliz al conseguí una barata camiseta de Free! Desgraciadamente mi
presupuesto no era compatible con los precios de lo que se vendía.
El último día vino mi Nezumi, la personita que vino a
Tenerife de vacaciones, junto a las pequeñas ratitas de peluche, y completé
este bonito sueño de representar uno de los anime que más me ha llegado junto a
alguien importante. Pero de esto hablaré más en la siguiente entrada.
La realidad me golpeó dulcemente al recapacitar sobre el fin
de esos momentos de suma alegría y olvido de lo que existía puertas afuera.
Esperé de nuevo, planearé cosas nuevas, y aprenderé a mantener la actitud
positiva en el día a día con mayor frecuencia.
PD: más fotos(?)
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